domingo, 12 de septiembre de 2010

Un arrebato.

Vástagos

En un rato voy a volver. A volver a vos. A volver a verte. Cómo odio la forma en que me mirás. Con esa indiferencia que me hace sentir de piedra. Medusa te quedaría bien. Pero no, tus padres decidieron llamarte Lucía. Lucía… como la autoritaria directora de mi colegio secundario. Tendría que haberlo previsto. El nombre lleva su esencia al humano que se lo imponen. Sólo almas fuertes pueden apoderarse de la esencia y hacerla bailar como le plazca. No… vos no. Vos reviviste los peores sucesos de la historia y los encarnaste a la perfección. Activaste tu plan maquiavélico. Una representación absurda de persona gentil y amable. Pero qué bien que actuaste. Confundías al más cauto. Tan sagaz, Lucía, Lucía.

Me acuerdo cuando me mirabas. Y sospechabas que mi mente se turbaba. Que yo no te estaba observando. Tus gestos tan preciosos. Me abrazabas. Me besabas. Me hacías saborear el eterno para luego desgajarlo en nada. Pero era todo.

Sin embargo, no te olvidaste ni un momento de tus fines macabros. De tu silencioso tarareo de mi canción fúnebre. Te adelantaste a la perfección. Qué bien me estudiaste, Lucía. Tan atenta a mi vaivenes diarios. A mis desvaríos de amor. A mi entrega total. Cómo te aprovechaste…

Talaste mi entendimiento tan profundo. Tan profundo que devino en imposible, que pasó a ser irreparable. Marcaste un antes en mi existencia y un después en los restos de ella. Te quería tanto, Lucía. Ahora me queda mi cigarrillo a medio fumar. En un rincón del patio de una cotidianeidad que apesta a fracaso y a odio. Mis sensaciones se ofuscan cuando pienso en vos. Y vos lo estás sintiendo. Estoy seguro. Estoy convencido de que tu oscuridad se hace cada vez más grande mientras te divertís con otro.

Antes me gustaba olerte, besarte. Pasearnos desnudos por la casa jugando al gato y el ratón mientras el ratón se hacía comadreja. Qué engañado viví toda mi vida, sin saber que la ratonera había sido inventada para el gato. Premeditado era mi fin en tu vida. Cuando me diste la espalda y te fuiste sin saludarme. Y te fuiste conmigo, con lo que eras para mí. Y eras todo pero resultaste nada.

5 comentarios:

un conejo dijo...

Juan, querido, hacía un montón que no entraba a tu blog ni que me pasaba por el mundo bloggero. Me encantó el texto. Quería decirte eso, entre un té verde y un cigarrillo y otro te verde (y otro cigarrillo), aunque debería decirtelo entre un poquito de sueño y otro poquito, puesto que mañana temprano hay que cursar.

un conejo dijo...

Iba a decir quien soy, pero con lo del conejo creo que quedó claro. Igual mi blog es secreto, sabela (?). Salud!

vientos de cambio dijo...

uff.
sin palabras.
hoy, todas son Lucía.

silvia zappia dijo...

Lucía es Dora...
pero Lucía es también el nombre de La Maga...
cualquiera de las dos llevan hasta el final...
de las otras Lucías, nada sé.

excelente inconexión.

besos*

victoria dijo...

Epa...!!!!pero que bueno...