Impulsado por esa esperanza -como si no quisiese reconocer que este mundo es un valle de lágrimas donde hasta la injusticia ha sido prevista, para mantener el justo equilibrio... [el nombre de la rosa, pp. 188-189]
La ciudad es para mí una incógnita, las calles nunca vistas, y el mal sin remedio. Espero, pues, inclinado sobre el puente, que se me pase la verdad, y yo me restablezca, nulo y ficticio, inteligente y natural. (F. P.)
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